martes, 25 de junio de 2013

LA TREGUA. Mario Benedetti


Título: LA TREGUA
Autor: Mario Benedetti
Editorial: Cátedra
Fecha: 1978
Páginas: 255

Ésta es la historia de Martín Santomé, un oficinista de Montevideo a punto de jubilarse que ve cómo en esta etapa crucial su trayectoria vital da un giro y encuentra de nuevo el amor al lado de Laura Avellaneda, una compañera de trabajo muchos años más joven que él.
Santomé es un ser indeciso, el paradigma de hombre gris, sin ambiciones,  incapaz de disfrutar plenamente de la vida a causa de sus propios miedos,  dudas y angustias cotidianas. 
A lo largo de las páginas de la novela acompañamos al protagonista en su diario íntimo, donde plasma vivencias, anhelos, deseos y sobre todo, sus inquietudes sobre los diversos temas que pueblan esta gran obra literaria, como el amor, la duda acerca de la existencia de Dios, la  corrupción política y administrativa que incluso ya los ciudadanos van asumiendo como algo normal,  la deshumanización de los grandes empresarios sin escrúpulos, y no falta el punto de vista crítico y la preocupación ante la pasividad, la resignación y la falta de pasión y rebelión del ciudadano medio. Benedetti se sirve de la novela para transmitir su honda preocupación social ante el panorama de su país en la época en que transcurre la historia, a finales de los años cincuenta.
Sin embargo el tema fundamental en la novela es el tiempo. El lector asiste expectante a la angustia que siente Santomé ante el inaplazable paso del tiempo como se observa en estas palabras suyas: El tiempo se va. A veces pienso que tendría que vivir apurado, que sacarle el máximo partido a estos años que quedan […] tengo la angustiante sensación de que la vida se me está escapando, como si mis venas se me hubieran abierto y yo no pudiera detener mi sangre. […] Ahora tengo cincuenta años y soy “todavía joven”. Todavía quiere decir: se termina”.
También son muy interesantes otros personajes como la joven Avellaneda que encarna la esperanza, la sinceridad, la coherencia y que es la que consigue ilusionar al protagonista apuntalando su felicidad. También está muy bien dibujado Vignale, el amigo pesado y de pocos miramientos o los hijos de Santomé cada uno con una relación distinta hacia su padre.  
En cuanto a la estructura  de la novela hay que decir que no es casual que tenga forma de diario pues, como dije, el tiempo es la clave de esta obra. En su diario – novela el protagonista escribe en primera persona sus vivencias y pensamientos durante poco más de un año (desde el 11 de febrero de 1957 y el 28 de febrero de 1958). La trama queda así esquematizada y fragmentada en espacios de tiempo que son los días con su fecha y que configuran breves capítulos. Además el sustantivo que da título a la novela, La tregua, simboliza un periodo de tiempo con un principio y un final, representa un paréntesis entre dos periodos, significa un oasis de felicidad en la vida de Martín Santomé.  
La ambientación se caracteriza por una sensación de enclaustramiento, de encierro, sensación corroborada por los escasos y cerrados espacios donde se desarrolla la trama: la oficina, la casa, la cafetería… Además la novela está marcada por el fatalismo y el conformismo encarnados en el propio Santomé que se resigna a volver a su vida monótona y triste.
Otro logro del genial escritor uruguayo es el lenguaje que, siendo sencillo, cotidiano, cercano y enriquecido con palabras y expresiones propias del castellano latinoamericano, transmite  profundidad a los temas tratados y da lugar a un estilo claro y diáfano que llega a todo tipo de lector, desde el más cultivado al menos ducho en la lectura.
“La tregua” es una novela muy recomendable,  ejemplo de literatura fácil y a la vez profunda y comprometida moral y socialmente, que cautivará  a una mayoría de lectores sin límite temporal ni espacial porque los miedos, las preocupaciones, las angustias de los seres humanos son las mismas en todos los lugares y en todos los tiempos.
Una magnífica novela digna del gran escritor y poeta uruguayo, Mario Benedetti 

martes, 11 de junio de 2013

LA SONRISA ETRUSCA. José Luis Sampedro


Antes de comentar La sonrisa etrusca quiero confesar mi debilidad por su autor,  José Luis Sampedro, el comprometido profesor y humanista que nos dejó un poco huérfanos de sabiduría hace un par de meses. Desde que leí su librito El mercado y la globalización hace ya bastante tiempo, este hombre me cautivó por su sencillez, sinceridad, cordura y valentía al ir contracorriente en “el río que nos lleva”, como titula una de sus obras. Mi admiración se basa en que siempre vi en él a una persona coherente que defendió sus ideas, que luchó y animó a luchar pacíficamente a los demás hasta el último momento de su vida con el gran y loable objetivo de conseguir un mundo mejor, una sociedad más justa y más humana.

La sonrisa etrusca es una historia sencilla, contada con sentimiento y con cierta dosis de poesía en algunos de sus párrafos. Asistimos de la mano del protagonista Salvatore Roncone, a la última etapa vital de un  luchador, de un hombre en principio rural, hosco a veces, curtido por el sufrimiento y el dolor, y también dominado por  prejuicios y visiones distorsionadas de la realidad, un hombre machista y contradictorio que a lo largo de las páginas del libro se va transformando en un ser más completo y más complejo, más humano, más sensible, más femenino, piensa él, gracias a la influencia de la llegada de  Hortensia a su vida, pero sobre todo gracias al amor que ha despertado en él su nieto de apenas un año de edad.  

El pequeño provoca en el abuelo una nueva oleada de amor sincero y sin condiciones, lo perfecciona como persona al permitirle conseguir la unión de los dos sexos, el del hombre y el de la mujer que se complementan y se enriquecen mutuamente, como se deduce de las palabras que él mismo llega a decir a su nieto: si tú necesitas abuela lo seré para ti, ya me voy haciendo. Solamente por arriba, ¿eh?, ¡cuidado!, ¡abajo con lo de siempre! Pero por arriba… ¿no te has dado cuenta? ¿no me notas más blando cuando te cojo en brazos? Un poquito, ¿verdad? Me están creciendo pechos, acabaré teniéndolos para ti, niño mío…

Por otro lada el personaje central está plenamente logrado,  llena la novela y la desborda con su rotunda y compleja  personalidad, con sus claroscuros, con sus luces y sus sombras, con sus defectos y sus virtudes y por eso precisamente, por su humanidad, se hace querer por el lector que después de conocerlo mejor, acaba comprendiéndolo, empatizando con él y amándolo en su complejidad.

En cierta medida esta novela es un reflejo de la propia filosofía de vida del autor, donde prevalecen la sencillez, el amor, la entrega sin condiciones, la valentía, la sinceridad…; también aparece el  desprecio por la hipocresía en el viejo Bruno que no acepta dobles caras, que rechaza la falsedad y la mentira y busca la autenticidad…

Si hay una palabra que caracteriza el contenido de La sonrisa etrusca, ésa es ternura. Ese sentimiento es el que predomina y atraviesa las páginas de esta bonita historia cargada de emociones y humanismo.
Totalmente recomendable por su sencilla profundidad.
 
Los esposos, escultura del arte etrusco que inspira el título a la novela
 
 

jueves, 6 de junio de 2013

Ahora un precioso vídeo que he visto en Facebook y que pongo aquí para que no se me olvide su mensaje, porque es bueno pararse de vez en cuando y reflexionar un poco.

De mayor quiero ser pequeño. Youtube


martes, 4 de junio de 2013

AGUIRRE, EL MAGNÍFICO. Manuel Vicent

Como su título indica este libro gira en torno a la figura de Jesús Aguirre, convertido aquí en personaje, que se desenvolvía con soltura en los ambientes políticos y culturales de su época, aunque hoy es más conocido por haber sido el segundo esposo de la duquesa de Alba.
Manuel Vicent comienza relatando cómo llegó a fraguarse esta atípica biografía cuando el mismo Jesús Aguirre lo presentó al rey como su futuro biógrafo. El autor nos presenta a un hombre ambicioso, que partiendo de una situación que obstaculizaba su ascenso social en los primeros años treinta, pues era hijo de madre soltera no reconocido por su padre, consiguió medrar y escalar a lo más alto de la aristocracia española. Toda la obra está tejida en torno a la trayectoria vital de este sacerdote culto, moderno y un poco marxista, que se puso de moda en los años sesenta en el ambiente universitario y que dejó los hábitos para convertirse en editor de Taurus y más tarde en el decimoctavo  duque que Alba.
Sin embargo, aun siendo su eje, no es el personaje central lo más interesante de la obra, pues es más interesante aún la recreación histórica que elabora el autor en torno a una subjetiva recopilación de hechos, sucesos, situaciones, anécdotas y personajes que configuraron y marcaron la etapa del último franquismo y los veinte primeros años de la democracia española. Por la novela deambulan personajes reales que dejaron huella en el posterior desarrollo de la vida política y cultural de nuestro país, así aparecen constantes alusiones al Rey,  Franco,  Felipe González,  Aznar, Tierno Galván, Aranguren, Cela o García Hortelano, por citar solo algunos.
No estamos ante una novela típica sino ante una especie de biografía montada en torno a la propia relación del autor con su personaje, a las anécdotas que el mismo sacerdote Aguirre contaba a sus amigos y a lo que se decía de él en los círculos selectos de los que formaba parte. Y además en Aguirre, el magnífico Manuel Vicent también nos muestra sus propios recuerdos junto a los del ilustre teólogo a través de pinceladas que van dibujando los entresijos de la historia más reciente de nuestro país, y lo mejor de todo es que lo hace dominando el arte de la escritura, en un tono insinuante, cómplice y con una prosa sugerente y rica en matices.
Recomendable para lectores curiosos que deseen dar un ameno paseo por la época de la transición española a través de la vida y vivencias de Jesús Aguirre, el cura- duque de Alba.
Aguirre, el magnífico
Manuel Vicent
Alfaguara
Madrid, 2011, 256 páginas