La escena se repite una y otra vez, pero para mi, éste no es un caso más, no es un número que añadir a la larga lista de mujeres muertas a manos de su pareja o expareja, no es una mujer sin rostro, anónima; esta vez la INOCENTE (así en mayúsculas) víctima ha sido una mujer muy próxima y querida, una torrecampeña cuyo único delito fue quizás, enamorarse de un asesino en potencia y guiarse por los sentimientos sin escuchar la voz de la razón, encarnada principalmente en sus familiares.
Sentimientos de rabia contenida, impotencia exasperante afloran en las personas conscientes de la gravedad de los hechos, de la inutilidad del lamento a posteriori, de la necesidad de actuar mediante la prevención. Sentimientos que no encuentran palabras que expresen con exactitud el horror ante tales atropellos a la razón, a la lógica del dejar vivir en paz. ¿Tan difícil es cumplir con el sencillo lema: vive y deja vivir?
Cada uno de estos crímenes contra las mujeres significa un triunfo de la parte más primitiva y bestial del ser humano, pero también significa un fracaso de todos, un fallo irreparable en el sistema de valores imperante en nuestro entorno.
No debemos continuar siendo meros observadores inactivos de esta incesante barbarie. Cada persona sensata, al menos en su campo de acción más cercano, en el círculo social en que se mueve, tiene la obligación de colaborar con la difícil y lenta, pero posible, erradicación de estos crímenes contra una parte de la humanidad.
La reciente legislación para atajar la violencia de género en nuestro país, aun siendo necesaria e importante, no es suficiente. También es indispensable el trabajo continuo y constante en la base, en la raíz del problema, en la educación en valores en los hogares y en los centros educativos, con la finalidad de reforzar el respeto a los demás, a los derechos humanos en general y a los derechos de las mujeres y su libertad en particular.
Solo quiero expresar mi pesar y también mi solidaridad y apoyo a todas las víctimas directas e indirectas de este cruel sinsentido.
A veces es necesario que un problema nos toque de cerca para valorarlo en su justa medida. Ojalá esta trágica desgracia sirva para que empleemos nuestras fuerzas en que no se repita nunca más. Con tu texto contribuyes a conseguirlo.
ResponderEliminarEfectivamente, como bien dices, todos debemos poner de nuestra parte, pero el camino es largo.
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